En este periodo de pandemia, es oportuno recordar a la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, también conocida como Expedición Balmis. La corbeta militar María Pita, que partió el 30 de noviembre de 1803 de la Coruña rumbo América, llevaba una carga muy particular a bordo. La expedición estaba a cargo del médico alicantino Francisco Javier de Balmis y se prolongó hasta 1806.
En una época donde no existían dispositivos adecuados para transportar la vacuna contra la viruela durante el trayecto, se pensó en un «recipiente humano», es decir, inyectada en personas que no hubiesen padecido viruela.
Se utilizaron 22 niños huérfanos de entre 8 y 10 años del hospicio de la Coruña, quienes fueron los protagonistas involuntarios de esta empresa.
El método de transmisión (variolización) consistía en realizar en sus brazos una pequeña incisión con un bisturí, colocándose en la herida el virus; se iba transmitiendo de brazo a brazo, mediante el contacto de las heridas, operación que se repetía cada diez días para mantener en forma activa el virus.
Hoy, más de 200 años después, todo sigue igual: la industria farmacéutica ensaya impunemente las vacunas en los países subdesarrollados, donde no hay marcos normativos estrictos para ello y se vulneran los derechos humanos de los más vulnerables. En 2012 GSK fue multada en Argentina por las muertes de 14 bebés en el ensayo de la vacuna Synlforix. Bill Gates tiene juicios abiertos por los efectos de sus vacunas en India. Este año los franceses Locht y Mira propusieron probar la vacuna contra el Covid19 en África.
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