
El miércoles 19 de noviembre el sitio del CDC actualizó la información sobre la relación causal entre las vacunas y el TEA. La iniciativa evidencia un cambio muy importante para Uruguay, cuyo MSP confía ciegamente en los reguladores extranjeros como el CDC. El MSP incumple la ley que lo obliga a controlar las vacunas y también el decreto que lo obliga a cumplir con el requisito del certificado de registro y la habilitación de venta de especialidad farmacéutica para cada vacuna que indica a la población.
El CDC afirma que, según la Ley de Calidad de Datos (DQA), la frase «Las vacunas no causan autismo» fue retirada porque carece de fundamento científico, ya que los estudios no han descartado la posibilidad de que las vacunas infantiles contribuyan al autismo. Indica que esta afirmación había sido difundida por los CDC y otras agencias para reducir la reticencia a la vacunación.
El Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) inició una evaluación sobre las causas del autismo, incluyendo posibles mecanismos biológicos y vínculos causales con las vacunas. La página se actualizará conforme haya nueva evidencia.
El CDC señala que muchos padres creen que las vacunas administradas en los primeros meses de vida influyeron en el autismo de sus hijos, y que esta relación no ha sido estudiada de forma adecuada por la comunidad científica.
El CDC compara el calendario de vacunación infantil de 1986, que incluía cinco dosis, con el de 2025, que incluye varias dosis adicionales. Ver tabla. El incremento en la prevalencia del autismo desde los años 80 se presenta como correlacionado con el aumento del número de vacunas administradas, y se afirma que no se ha establecido una base científica para descartar que sean un factor contribuyente.
El CDC menciona un estudio que encontró la mayor correlación estadística entre adyuvantes de aluminio y el aumento del autismo, justificándose más investigación. Ver fuente.
El CDC informa que revisiones previas del HHS y del Instituto de Medicina no han producido estudios que respalden la afirmación de que ciertas vacunas infantiles (SRP, DTaP, HepB, Hib,) no causan autismo. Con base en ello, el texto sostiene que los CDC incumplieron la DQA al declarar que «las vacunas no causan autismo», y que ahora se está rectificando y financiando nuevas investigaciones.
Finalmente, presenta una cronología con conclusiones del Congreso de 1986 respecto a la vacuna DTaP (contra difteria, tétanos y tos ferina) y el autismo, de las cuales destaca en 2012 un hallazgo clave del Instituto de Medicina (IOM): la evidencia es insuficiente para aceptar o rechazar una relación causal porque el único estudio localizado encontró una asociación pero fue descartado porque proporcionó datos del sistema de vigilancia pasiva VAERS y porque carecía de una población de comparación no vacunada. Esta última observación que destacamos reconoce, ni más ni menos, que la obligatoriedad de vacunar es anticientífica porque para validar las vacunas los científicos deben contar con un grupo de control de voluntarios sin vacunar, es decir: que los llamados «antivacunas» son la garantía de la ciencia vacunal.










