En la antigüedad, nadie pensaba en ofrecer protección especial a los niños. En la Edad Media, los niños eran considerados “adultos pequeños”. Y es recién en el siglo XIX que empieza la historia de sus derechos.
Hasta antes del siglo pasado, no existían disposiciones particulares que protegieran a los niños. Tan es así, que entre 1803 y 1806, veintidós niños huérfanos fueron usados como vehículo de la vacuna antivariólica en una expedición que la llevó a varios rincones de la tierra. La llamada desde entonces “expedición Balmis”, fue una iniciativa del médico español Francisco Javier Balmis Berenguer, quien presentó su proyecto para extender la vacunación por las posesiones de la corona española en todo el mundo. La Real Expedición de la Vacuna se trataba de un viaje que duraría meses por lo que el primer problema que se presentó fue el de la conservación de la muestra, que tan solo duraba unos pocos días. La solución: el suero sería transportado dentro de receptáculos vivos, veintidós niños de una casa de huérfanos, en edades de entre cuatro y diez años, que serían sucesivamente inoculados, brazo a brazo, en el curso de la navegación, conservando así el fluido vacuno fresco y sin alteración hasta su destino: el continente americano.
Los veintidós niños y una decena de médicos y enfermeros dirigidos por Balmis, partieron en barco el 30 de noviembre de 1803 del puerto de La Coruña con rumbo al Nuevo Mundo. La idea era inocular la viruela a los niños cada semana, de dos en dos, con las pústulas de los vacunados la semana anterior. El plan era temerario y éticamente más que dudoso: se les contagiaba de una enfermedad mortal sin su conocimiento y, mucho menos, su consentimiento. Pero eran huérfanos, sin familia que los reclamara, en manos del Estado y de un galeno precursor de la estirpe de Mengele, para quien estos detalles ni siquiera alcanzaban a ser una minucia.
En febrero de 1804, la expedición llegó a Puerto Rico y, al mes siguiente, al territorio de la actual Venezuela. En mayo, el convoy se dividió en dos grupos: el primero, al mando del cirujano José Salvany, subdirector de la misión, se dirigió al sur para distribuir la vacuna por América del Sur.
La vacuna llegó finalmente a Montevideo en la fragata portuguesa «Rosa del Río» el 5 de julio de 1805. Era un barco negrero, que en la ocasión transportaba treinta y ocho esclavos, tres de los cuales tenían la vacuna en sus brazos. Huérfanos y esclavos, infrahumanos en general, fueron los vehículos de esta ignominia.
Y… ¿qué pasó con los veintidós huérfanos? No se sabe. Sabemos que una junta escolar que los había examinado individualmente, había concluído que «de los veinte examinados sólo cinco son capaces, los demás no saben persignarse y juran como los marineros«. Y habiendo cumplido la función para la que fueran seleccionados, nada importó su destino, que permanece confuso. Por fortuna, al menos existe una película que da testimonio de esa infamia.
Balmis y el INAU
En 2021 cuando llegaron las vacunas antiCovid a Uruguay, los menores de doce años y más a cargo del Instituto del Niño y Adolescente (INAU), fueron inoculados sin siquiera su consentimiento a pesar de que en Uruguay del siglo XXI decimos respetar los derechos de la niñez y rige la autonomía progresiva. Debieron ser consultados en lugar de inoculados y emulando vergonzosamente a los veintidós huérfanos de la expedición Balmis hace 220 años. Luego, en 2022, les tocó el turno a los menores entre cinco y once años a cargo del INAU.
Esto es una muestra de cómo la vulneración de derechos en los contextos de privación de libertad ambulatoria (como ocurre en el INAU, cárceles y manicomios) es de lo más estremecedor, porque perpetúa la condición de infrahumano aún en la sociedad actual tan aparentemente respetuosa de los derechos humanos.
Balmis y el GAPIIA
Fue aprobado recientemente en la Cámara de Diputados el proyecto Garantías para la Primera Infancia, Infancia y Adolescencia (GAPIIA) impulsado por la diputada Dra. Cristina Lustemberg. Como ya denunciáramos, el GAPIIA es una peligrosa cháchara que sólo adorna su verdadero objetivo: sortear el escollo establecido por la ley de protección de datos para su cruzamiento y así poder integrar bases de datos bajo la responsabilidad de diferentes instituciones de modo de geolocalizar menores a cargo de familias que supuestamente vulneran sus derechos, para darle intervención al INAU.
Además dispone la “atención transitoria” para situaciones consideradas de emergencia y especiales, algunas dispuestas por el Poder Judicial. No está definido cuándo hay una situación de emergencia o especial, y eso es fundamental para evitar que la atención transitoria del INAU pueda extender más de lo estrictamente necesario la separación forzada de un menor de su contexto familiar. Tampoco especifica cuándo cesa la atención transitoria generada en estos casos y nada obsta a que ésta se extienda más de lo necesario o en forma indefinida.
Así como Balmis sacó de su contexto a veintidós niños huérfanos para encerrarlos en un barco rumbo a tierras lejanas en el siglo pasado, el INAU en connivencia con el Poder Judicial, secuestraría niños de contextos familiares que supuestamente no protegen su derecho al “más alto nivel de salud” para, por ejemplo, vacunarlos con más vacunas experimentales. El mismo Poder Judicial que sancionó con un traslado a una jueza que dispuso prisión domiciliaria admitiendo certificados médicos falsos y a un juez con separación del cargo por suspender la vacunación de los niños con vacunas experimentales. El GAPIIA asume pues que el INAU puede sustituir familias, contexto natural de cualquier persona.
Balmis y los CAIF
Los Centros para la Atención de la Infancia y sus Familias (CAIF) dependen del INAU. Mientras el GAPIIA no es ley, el Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) y el INAU iniciaron una campaña para captar pupilos de tan sólo dos años cuyas familias posean la tarjeta Uruguay Social y, próximamente, las que perciban asignaciones familiares del Plan de Equidad. Las familias reciben un mensaje de WhatsApp con un enlace que georreferencia el CAIF más cercano al lugar de residencia de ellas, como si la gente no conociera su entorno. A través de los centros CAIF, el INAU intimida a las familias que les confían el cuidado de sus hijos a través de asistentes sociales, que las presionan por los controles pediátricos, las vacunas y hasta concurren a inspeccionar sus viviendas.
Entonces, si sin el GAPIIA el INAU ya interviene de esta forma, mejor ni saber cómo será con el GAPIIA operando.
Es por todo esto que desde LSuy estaremos alertas al trámite parlamentario de este proyecto de ley que representa un peligroso retroceso en los derechos de la niñez uruguaya.
Bibliografía consultada:
http://www.scielo.edu.uy/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1688-03902007000100002
https://gredos.usal.es/bitstream/handle/10366/145932/serafines_de_la_viruela_22_angeles_(2016.pdf
Gracias mil Libertad Sanitaria Uruguay por el constante y riguroso trabajo en defensa de la vida. 💪👏👏